"Aprediendo de las Vegas"- Robert Venturi
Así titulaba Venturi uno de sus apuntes en su obra "Learning from las Vegas", con el que reclamaba el carácter patrimonial de muchos de los edificios contemporáneos.
Recordemos que, hasta hace muy poco, el concepto de patrimonio era aplicado a los edificios que poseían más de 100 años de antigüedad. Todo lo que poseía esa edad, independientemente de su calidad, era considerado un edificio de carácter patrimonial y, de alguna manera, se valoraba su vejez como un valor que le confería respeto.
Afortunadamente el concepto de patrimonio ha evolucionado, y la reciente inclusión de edificios del movimiento moderno o del racionalismo más cercano empiezan a entender que, lo patrimonial, no es sólo relativo a la edad de un edificio sino que depende de otros muchos factores no precisamente vinculados a lo temporal.
Si pusiéramos en entredicho el valor patrimonial e histórico de la Alhambra, cuestionando por ejemplo su autenticidad, numerosas voces se alzarían ante semejante sentencia. Pero lo cierto es que la Alhambra debe su valor patrimonial, a ciertas cuestiones inherentes a su arquitectura que están muy lejos de la riqueza de mocárabes y estucos de sus fábricas. Basta con estudiar con cierta profundidad el tema, para descubrir que la Alhambra que hoy conocemos, de ricas salas adornadas por azulejerías y yeserías musulmanas, se deben en gran medida a la mano de geniales artistas restauradores del siglo XIX y principios del siglo XX.
No es momento de entrar en un debate teórico, ya bastante manido, sobre las actuaciones restauradoras del monumento granadino, mi intención es indicar, que más allá de la posible no autenticidad de sus fábricas, muros y materiales,el monumento nazarí ha conservado algo que es indudablemente auténtico y es objeto patrimonial sin precedentes:
- por un lado su manera de entender el paisaje, su ubicación en la colina del valle del Darro, su diálago con la ciudad y con la Sierra.
- su arquitectura de espacios, secuenciados que juegan con luz, color y reflejos.
- la inclusión del agua como elemento arquitectónico en sus salas, en sus jardines y en sus patios (elemento que dulcifica el ambiente, refresca y anima los espacios)
- el diseño urbano del conjunto como recinto ciudadela y relación con la ciudad.
Poco tienen que ver estos elementos con lo temporal, más bien nada. Podríamos decir, pues, que son atemporales, y eso es lo realmente valorable y destacable de la Alhambra.
¡Cuántos edificios hay en nuestras ciudades, que acumulan elementos de este tipo en sus entrañas y no se tienen en cuenta!
¡Cuantos cascos históricos de nuestras ciudades se desmoronan abandonados porque solo parece interesar la restauración y el mantenimiento de los grandes bienes de interés cultural!.
¿es que el crujir de una madera de un forjado tradicional del XIX no es patrimonio? ¿es que las solerías de los primeros años del siglo XX ya no interesan? ¿es que los patios de luz y ventilación de los abigarrados centros históricos tienen que ocuparse perdiendo su esencia?
Y hay quien piensa que esto no es patrimonio.
Recordemos que, hasta hace muy poco, el concepto de patrimonio era aplicado a los edificios que poseían más de 100 años de antigüedad. Todo lo que poseía esa edad, independientemente de su calidad, era considerado un edificio de carácter patrimonial y, de alguna manera, se valoraba su vejez como un valor que le confería respeto.
Afortunadamente el concepto de patrimonio ha evolucionado, y la reciente inclusión de edificios del movimiento moderno o del racionalismo más cercano empiezan a entender que, lo patrimonial, no es sólo relativo a la edad de un edificio sino que depende de otros muchos factores no precisamente vinculados a lo temporal.
Si pusiéramos en entredicho el valor patrimonial e histórico de la Alhambra, cuestionando por ejemplo su autenticidad, numerosas voces se alzarían ante semejante sentencia. Pero lo cierto es que la Alhambra debe su valor patrimonial, a ciertas cuestiones inherentes a su arquitectura que están muy lejos de la riqueza de mocárabes y estucos de sus fábricas. Basta con estudiar con cierta profundidad el tema, para descubrir que la Alhambra que hoy conocemos, de ricas salas adornadas por azulejerías y yeserías musulmanas, se deben en gran medida a la mano de geniales artistas restauradores del siglo XIX y principios del siglo XX.
No es momento de entrar en un debate teórico, ya bastante manido, sobre las actuaciones restauradoras del monumento granadino, mi intención es indicar, que más allá de la posible no autenticidad de sus fábricas, muros y materiales,el monumento nazarí ha conservado algo que es indudablemente auténtico y es objeto patrimonial sin precedentes:
- por un lado su manera de entender el paisaje, su ubicación en la colina del valle del Darro, su diálago con la ciudad y con la Sierra.
- su arquitectura de espacios, secuenciados que juegan con luz, color y reflejos.
- la inclusión del agua como elemento arquitectónico en sus salas, en sus jardines y en sus patios (elemento que dulcifica el ambiente, refresca y anima los espacios)
- el diseño urbano del conjunto como recinto ciudadela y relación con la ciudad.
Poco tienen que ver estos elementos con lo temporal, más bien nada. Podríamos decir, pues, que son atemporales, y eso es lo realmente valorable y destacable de la Alhambra.
¡Cuántos edificios hay en nuestras ciudades, que acumulan elementos de este tipo en sus entrañas y no se tienen en cuenta!
¡Cuantos cascos históricos de nuestras ciudades se desmoronan abandonados porque solo parece interesar la restauración y el mantenimiento de los grandes bienes de interés cultural!.
¿es que el crujir de una madera de un forjado tradicional del XIX no es patrimonio? ¿es que las solerías de los primeros años del siglo XX ya no interesan? ¿es que los patios de luz y ventilación de los abigarrados centros históricos tienen que ocuparse perdiendo su esencia?
Y hay quien piensa que esto no es patrimonio.
Rehabilitación casa entre medianeras (Arq. Juan Domingo Santos). Barrio San Matías. Granada
Termino volviendo al libro de Venturi con el que abría este post. Si algo tenemos que aprender de las Vegas, de esa ciudad surgida en medio del desierto, es el problema de la arquitectura imagen. No podemos despojar a nuestros centros históricos de sus reales valores patrimoniales, pensando que la restauración de una fachada (el fachadismo) es lo único que importa. Que la imagen de la ciudad se cualifica simplemente salvaguardando la fachada, vaciando las entrañas de los edificios históricos.
Busquemos los valores patrimoniales de los edificios identificando sus elementos arquitectónicos, simbólicos, urbanísticos, estructurales, constructivos...y se dibujará un mapa de interés totalmente nuevo; donde lo protegible puede abarcar desde lo contemporáneo a lo más antiguo, desde una infraestructura rural a un paisaje histórico abriendo pues, el campo y el significado de la palabra Patrimonio.
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